Una tecnología de tratamiento de aguas apropiada para una zona quizá no lo sea y no se recomiende para otra. Un dato a tener en cuenta a la hora de viajar. Las plantas convencionales de tratamiento de agua superficial utilizan procesos más o menos estándar: después de filtrar objetos grandes como peces y ramas, añaden coagulantes químicos para lograr que las diminutas partículas en suspensión que la enturbian entre sí para formar “flóculos”. La formación de flóculos de mayor tamaño a partir de otros más pequeños— se logra por el agitado leve y constante del agua para estimular a las partículas pequeñas para que choquen entre sí y se adhieran. Cuando los flóculos son lo suficientemente grandes y pesados, el agua se deriva a estanques calmos de decantación y, cuando la mayoría de los sólidos ha sedimentado, se filtra por arena o membranas. Por lo general, sigue la desinfección y, luego, se pueden agregar diversos productos químicos para ajustar el pH, para prevenir la corrosión del sistema de distribución o para combatir la caries dental. El intercambio iónico o carbón activado se puede usar en algunas partes de este proceso para eliminar los contaminantes orgánicos o inorgánicos. El agua subterránea tienen mayor calidad inicial por lo que necesita meno tratamientos que las de fuentes superficiales. En la mayoría de países desarrollados el agua potable sin patógenos y que cumple normativas internacionales está disponible en la canilla. Además, muchos consumidores instalan dispositivos en el punto de uso o de entrada como medida de protección adiciona. Sin embargo, en muchas regiones del mundo en desarrollo, los sistemas públicos que suministran agua sin patógenos no están disponibles y el éxito se mide principalmente mediante la reducción del riesgo de enfermedades diarreicas o de otro tipo. Por eso, habrá que tener precauciones al momento del consumo. 23 de noviembre de 2016 – ep