Hay varios tipos de detergentes formulados para diferentes usos, porque no es lo mismo limpiar un piso que un utensilio de cocina. La elección de un detergente depende del tipo de suciedad, del objeto a limpiar, de que las manos tengan o no contacto con la solución detersiva y de las características del agua, entre otros factores. Así, hay distintas formas de clasificarlos, pero la más común es hacerlo en tres tipos: alcalinos, ácidos y neutros. Los alcalinos son indicados para eliminar la grasa por su alto poder de emulsificación. Además, mantienen las proteínas en suspensión y evitan que se redeposite la suciedad. Los ácidos son útiles para desprender las incrustaciones calcáreas y el limo qué puede quedar en los lavavajillas. Los neutros, en general, son menos efectivos que los anteriores, por lo que se indican cuando es poca la suciedad. Su gran ventaja es que protegen la piel, por lo que pueden utilizarse frecuentemente en limpieza manual; incluso muchos tienen adicionadas sustancias para favorecer esta propiedad, como la lanolina o aloe vera. Lo ideal sería alternarlos para aprovechar sus respectivas propiedades de manera más efectiva, preferentemente un mayor uso de los detergentes alcalinos que de ácidos, ya que la grasa es la suciedad más habitual en gastronomía. Hay varias formas de clasificarlos por su presentación comercial: una sería hacerlo en concentrados, generalmente alcalinos o ácidos, para procesos automáticos; y de uso general, ligeramente alcalinos o neutros, aptos para la mayoría de los procesos manuales. También se los puede clasificar en líquidos y polvos. Las diez condiciones de un buen detergente son tener acción humectante y emulsionante; mantener la suciedad en suspensión sin que se redeposite; tener buenas propiedades de enjuague; no ser corrosivo con los materiales a limpiar; no ser tóxico, ni afectar la piel; no producir mucha espuma para no afectar desagües; ser efectivo en aguas duras; ser biodegradable; ser compatible con el desinfectante, y ser económico. El costo de un detergente se calcula fundamentalmente por su rendimiento, por lavado y no por litro o kilo de producto. Una forma de definir el costo sería por ejemplo conocer cuántos platos se pueden lavar con un litro de detergente. Pero si se desea comparar resultados es importante tener en cuenta el método, ya que no es igual poner un poco de detergente sobre una esponja y luego agua, que sumergir los platos en una solución que respete la dilución indicada por el fabricante y luego enjuagar.