El hipoclorito de sodio de la lejía o lavandina, elimina gérmenes, por lo que es muy eficaz para prevenir distintos tipos bacterias que pueden provocar daños en la salud. Devastador. El hipoclorito de sodio de la lejía (o lavandina) borra cualquier gérmen conocido, por lo que es muy eficaz para prevenir las acciones de bacterias y virus en la salud de los seres humanos y o de animales. El hipoclorito es un oxidante muy fuerte. Los virus y bacterias son extremadamente sensibles a la oxidación. Debido a ello se emplea para clorar el agua potable. La operación se puede llevar a cabo añadiendo gas cloro directamente o con hipoclorito. En ambos casos, se obtiene una disolución diluida de este producto. Cuando se consume agua no clorada, se le puede añadir una o dos gotas de lejía (por litro de agua), para eliminar los gérmenes patógenos que pueden provocar trastornos de salud. Además del agua de bebida, también se clora el agua de las piscinas. La concentración de hipoclorito sódico en la lejía se expresa en gramos de cloro activo por litro de disolución. Es muy adecuado para esterilizar retretes, lavabos, encimeras de cocinas, entre otros elementos. Hay que tener la precaución de no mezclarlo con alguna sustancia ácida (agua fuerte, por ejemplo), ya que el ácido neutraliza la disolución básica del hipoclorito y propicia la liberación de cloro libre. Esta acción es la responsable de muchas intoxicaciones por el mal uso del producto y no por la lejía. El hipoclorito se usaba como blanqueante en la fabricación de pasta de papel. La guerra de los ecologistas al cloro provocó que se sustituya por otros productos, cuyo principio activo es el oxígeno en vez del cloro.