Los pulgones y las hormigas intercambian favores, pero se ha descubierto que los pequeños parásitos de los vegetales también atacan a sus asociadas.
Los pulgones son unos pequeños fitófagos de las plantas que establecen asociaciones con las hormigas en un típico caso de mutualismo, del que ambos participantes se benefician. Las hormigas actúan como granjeras, y prestan servicios de higiene y protección a los rebaños de pulgones que cuidan, a los que libran de depredadores especializados.
Por su parte, los pulgones se alimentan de la savia de las plantas y generan una secreción dulce, como una gota de miel, que expulsan por la parte final de su abdomen y que es recolectada por sus guardianas.
La investigación –que fue realizado por dos universidades españolas, un inglesa y otra alemana- reveló que en una misma especie de pulgón coexisten dos tipos de individuos diferentes de forma y color y de comportamiento.
Unos mantienen su tradicional relación de cooperación, pero los otros engañan a las hormigas con un disfraz oloroso, haciéndose pasar por sus larvas para ser transportadas a la cámara de cría y una vez allí parasitar a las larvas de hormiga auténticas, de las que chupan la hemolinfa, su sangre.
Según los investigadores, es la primera vez que se encuentra un pulgón que se alimenta de otro insecto y que además es capaz de sintetizar compuestos químicos para engañar a las hormigas.
El camuflaje que permite este comportamiento no se basa en la forma o apariencia, sino que es de carácter olfativo, ya que las hormigas se guían por las sustancias químicas, y estos tipos de pulgones son capaces de generar un compuesto que las engaña.
22 de febrero de 2018 – ep