A partir de ensayos se encontró una bacteria con potencial para degradar la atrazina en el agua.
El uso del herbicida atrazina, utilizado para el control de malezas, ha sido restringido en diversas partes del mundo como la Unión Europea y en Estados Unidos sólo puede aplicarse en áreas rurales. Si bien no existe un consenso sobre su toxicidad y en el suelo se degrada por acción microbiana, resulta contaminante de cursos de agua superficiales y subterráneos. Sus efectos en animales y seres humanos pueden ser nocivos en altos niveles de de concentración.
La microbióloga Romina Bachetti relevó cursos de agua cercanos a la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), adonde es investigadora del CONICET y docente en el Instituto de Ciencias Básicas y Aplicadas, para conocer qué contaminantes se encontraban en ese medio y cuáles eran las bacterias resistentes a ellos que pudieran servir como elementos biorremediadores.
Tras cientos de tomas en campo, el grupo de investigación del que participa Bachetti pudo detectar una alta presencia de atrazina y también identificaron una bacteria que podía resultar útil (Arthrobacter sp. AAC22), que fue aislada a partir de una toma de un arroyo afluente del Río Tercero. La bacteria es nativa y muy resistente tanto a estrés químico como ambiental, explicó Bachetti a TSS.
Para identificar qué bacteria podía ser útil, los investigadores colocaron diferentes colonias de bacterias en un sustrato que contenía la sustancia a eliminar, en este caso atrazina. Las bacterias que sobrevivieron fueron resistentes a la atrazina o que se nutrían de él, con lo cual empezaron a trabajar con las distintas bacterias para identificar la más apropiada como nutriente con el objetivo de degradar el contaminante y convertirlo en un compuesto no tóxico.
En la Argentina no se hace ningún tratamiento para eliminar atrazina, ni por medios biológicos ni químicos. Aunque la degradación por medios químicos es la más extendida, los métodos biológicos tienen menor impacto en el medio ambiente. Bachetti le dijo a TSS: “Hemos continuado con un monitoreo en cursos de agua de la región, tanto superficial como subterránea, y estamos tratando de adquirir mayor conocimiento sobre en qué momento llega el herbicida y cuáles son sus concentraciones”.
Según Bachetti, “a todos los que trabajamos en temas de medio ambiente nos interesa conocer en qué grado las actividades del hombre afectan a la naturaleza y que eso sirva como herramienta para que las autoridades tomen decisiones a la hora de legislar sobre estos compuestos”.
Actualmente, el grupo logró una estrategia de inmovilización de las bacterias para aplicarlas en la biorremediación de una forma más eficiente. El proyecto está funcionando a escala de laboratorio y el próximo paso será aplicarlo en un reactor. Si todas las pruebas continúan con resultados positivos se pasará a la escala industrial, para la cual se diseñará un biofiltro en forma de columna que contenga las bacterias y por el que circulará el agua para su biorremediación.