La limpieza de los lugares de trabajo requiere de una serie de cuidados que deberán tomarse en cuenta al momento de encararla.
Mantener los espacios de trabajo en adecuadas requiere una correcta planificación, empleando actuaciones profesionales. Mientras que la sistematización, los procedimientos y la elección del personal son aspectos fundamentales porque con ello se consigue una ejecución ordenada y sistemática que repercute en un mantenimiento continuado.
Para mantener una oficina limpia, es necesario realizar una serie de tareas diarias como vaciado de cestos de papeles; limpieza de polvo, huellas y manchas sobre mesas de trabajo, superficies horizontales, asientos, cuadros, y otros elementos.
Además, será necesario encarar el barrido y fregado diario de suelos cerámicos, de porcelanato o otras composiciones sintéticas; el aspirado diario de alfombras y maderas; la desinfección y limpieza de baños y el repaso puntual de mantenimiento de resto de superficies que lo necesiten, evitando la formación de pelusas y telarañas y huellas.
Otros tipos de tareas se realizan con una periodicidad mayor, como es el caso de la limpieza de cristales, que se puede realizar de forma completa una vez por semana, o la limpieza profunda de los baños y el repaso de puertas.
Con menor frecuencia, habrá que realizar una limpieza general, incluyendo paredes, techos y lavado de alfombras y sillas, que se suele hacer coincidir con fechas de descanso en la actividad de forma semestral o anual.
Para que algunos tipos de suelos recuperen su aspecto inicial, también puede ser recomendable realizar un pulido y encerado o abrillantado, o un lijado y barnizado cada cierto tiempo.
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