Científicos argentinos lograron inactivar, con pulsos de luz, el hongo Botrytis cinérea en muestras de frutillas.
Tratando Botrytis cinerea con pulsaciones de luz, en solo 40 segundos la población microbiana se redujo 99,97%.
El Botrytis cinérea es un hongo responsable de la “podredumbre gris”, una enfermedad que ha venido causando pérdidas millonarias en la producción de frutillar y otras 200 especies vegetales, como vides, las naranjas y los tomates. Pero un grupo de científicas argentinas lograron inactivarlo mediante pulsos de luz, lo que reduciría pérdidas para el agro.
Silvia Raffellini, una de las directoras del estudio y profesora asociada e investigadora del Departamento de Tecnología de la Universidad Nacional de Luján, consideró que “es posible desarrollar alternativas ecológicas a los fungicidas sintéticos, cuyo empleo habitual puede provocar el desarrollo de resistencia y acarrea riesgo potencial para la salud humana y el ambiente”.
Según la Agencia CyTA, Raffellini y sus colegas se centraron en el estudio de la aplicación de agentes de conservación relativamente noveles o alternativos para la descontaminación superficial de frutas frescas y mínimamente procesadas, incluyendo pulsos de luz, ozono y antimicrobianos naturales.
Así, observaron que tratando Botrytis cinerea con pulsaciones de luz, en solo 40 segundos la población microbiana se redujo 99,97%. “Y cuando estos tratamientos se aplicaron a frutillas contaminadas, logramos reducir y retrasar significativamente la incidencia del deterioro producido por el patógeno”, señaló Paula Gómez, también directora del estudio e investigadora adjunta del Conicet en el Departamento de Industrias de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
La técnica se basa en pulsos de luz de alta intensidad de longitudes de onda entre los 200 y 1100 nanómetros, abarcando las regiones ultravioleta, visible e infrarrojo cercano del espectro electromagnético y muy corta duración (tres pulsos por segundo).
Las principales ventajas del método son la rapidez del tratamiento y que no deja residuos químicos que pueden afectar al consumidor o al ambiente. Raffellini agregó que “el costo energético de la técnica no es elevado, es de fácil instalación en líneas de procesamiento o de empaque, y es adaptable a distintas escalas de trabajo, desde el laboratorio hasta equipos de producción”.
Del trabajo, publicado en “International Journal of Food Microbiology”, también participaron otros miembros del Conicet: Angela Romero Bernal y Eunice Contigiani, primeras autoras del estudio;, Stella Maris Alzamora, investigadora superior contratada, y Héctor González, profesional de apoyo.
ep