Investigadores de la UNSAM y la empresa Recycomb desarrollan un combustible alternativo para hornos de cemento a partir del uso de residuos industriales no peligrosos. Según la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse), más de 15.000 toneladas de residuos terminan en rellenos sanitarios todos los días solo en la provincia de Buenos Aires y en el área metropolitana. ¿Es posible disminuir esta cantidad y convertir la basura en algo útil? Esta fue una de las preguntas que se hizo Marcelo Santangelo, gerente de Combustibles Alternativos de Recycomb y así surgió el proyecto Ryveri (Reciclado y Valoración Energética de Residuos Industriales), para el cual establecieron un consorcio público-privado con la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). El objetivo final del proyecto es desarrollar una plataforma que pueda ser replicable para producir combustible derivado de residuos industriales no especiales (Rine), es decir, no peligrosos y que sean aptos para sustituir los combustibles fósiles que hoy se utilizan en hornos de cemento. La iniciativa demandará una inversión de 29,2 millones de pesos. Por lo general, como combustible para sus hornos, las cementeras usan carbón y otro material denominado pet coke, que es un residuo de las refinerías y es más barato que el primero. “En la Argentina, históricamente, utilizábamos gas natural, lo que es una locura”, dice Santangelo. Recycomb es una unidad de negocios del grupo brasileño InterCement (propietario desde 2005 de la cementera Loma Negra) que fue creada en 1997 (cuando Loma Negra todavía pertenecía al Grupo Fortabat) con el objetivo de producir combustibles alternativos para los hornos a base de residuos industriales peligrosos y no peligrosos. El problema principal que movió la creación de Recycomb fue que, durante los meses de invierno, la cementera debía permanecer cerrada para evitar escasez de gas en las ciudades. Entonces, se hicieron las inversiones para consumir carbón, pero el carbón que se produce en la Argentina es de excelente calidad y no sirve para estos usos. “Desde 2005, empezamos a usar pet coke de alto azufre, muy barato, proveniente de Venezuela y del golfo de México”, dice Santangelo, y desde la unidad de negocios desarrollaron combustibles alternativos a base de residuos industriales peligrosos o especiales, entre los cuales se encuentran los fondos de tanques de petroleras, barros con hidrocarburos, pinturas, solventes y adhesivos, entre otros. Otra clase de residuos, los Rine, similares a los que producen los hogares y, muchas veces —cuando no pueden ser reciclados— terminan en rellenos sanitarios pese a que podrían ser aprovechados. En este grupo, por ejemplo, se encuentra el cartón, laminados, maderas, productos textiles y plásticos, entre otros, que son los que podrían convertirse en un combustible alternativo. “No solo podríamos reemplazar una mayor cantidad de los combustibles fósiles, que ya de por sí es un beneficio gigantesco, sino que, además, en el contexto internacional y financiero de la Argentina, representaría una menor salida de divisas al evitar que debamos seguir importando y pagando en dólares el combustible”, destaca Santangelo. Muchos materiales no son aptos para ser reciclados o necesitarían un procesamiento demasiado costoso, por lo que terminan enterrados. “La propuesta es tomar esos residuos y pasarlos por una línea de preparación que nos permita formular un CDR capaz de ser usado como combustible alternativo en hornos de cemento, complementario al de los residuos industriales peligrosos que ya producimos”, comenta Santangelo y subraya que, para ello, formaron un consorcio público-privado con la UNSAM, para el cual recibieron financiamiento de la Agencia de Promoción Científica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) a través de la línea Fondo Fuente: TSS – Universidad Nacional de San Martín – Vanina Lombardi 23 de febrero de 2017 – ep