Una limpieza rigurosa y el cumplimiento de bioseguridad son vitales para las instalaciones de los hospitales. La ausencia de normas escritas, la carencia de sistemas de control de calidad de las tareas, la falta de capacitación del personal que las efectúa y de control de calidad de los productos usados, además del uso inadecuado de los desinfectantes y la mezcla de productos, como detergente y lavandina, son los errores más comunes en la para la higiene hospitalaria. La higiene ambiental contribuye al control de las infecciones. Determinados reservorios ambientales pueden ser el origen de colonización de pacientes y manos del personal que los asiste y de brotes de infección intrahospitalaria, por lo que se considera que todo lo que rodea al paciente debe ser sometido a una limpieza rigurosa. La limpieza es la eliminación por arrastre de toda suciedad que pueda contener agentes infecciosos que encuentran condiciones favorables para sobrevivir y multiplicarse y puede ser rutinaria, que es la que se realiza a diario, y terminal, que se realiza al alta del paciente en forma minuciosa en colchón, incubadoras, cunas, accesorios del paciente y mobiliario. Según los especialistas no existe un agente que por si solo remueva todo tipo de suciedad, ya que un producto de limpieza debe ser capaz de emulsionar y saponificar las grasas; dispensar y suspender la suciedad, y disolver las proteínas. Además, se deberá contar con personal permanente, exclusivo y capacitado, especialmente en áreas cerradas. El personal deberá cumplir con las normas de bioseguridad, conocer y cumplir estrictamente las normas con relación a los riesgos laborales, usar vestimenta adecuada manteniendo el uniforme visiblemente limpio, además de un delantal impermeable, barbijo y antiparras si hay riesgo de salpicaduras o en sectores de alto riesgo o aislamiento según corresponda, guantes resistentes y estar vacunado para hepatitis B y doble adultos (difteria y tétanos). 06 de octubre de 2016 – agp