Las aguas servidas en bruto contienen sólidos solubles, aceites, minerales y compuestos tóxicos que suponen uno de los problemas de tratamiento más importantes. Esos sólidos acompañan a las aguas desechadas por las ciudades a los sistemas de alcantarillado y, en los mejores casos, son tratados en las plantas de purificación. Sin embargo, una nueva tecnología prevé que esos sedimentos se conviertan en materias primas para emplear en las industrias de la pulpa y el papel y de los bioplásticos, o en otras ramas como combustibles alternativos. Esa nueva tecnología, desarrollada en Israel, apunta a reciclar esos sólidos en unas plantas automáticas y compactas y los convierten en productos de consumo, ya que, al final del proceso, pasan a ser materias primas de calidad, limpias y respetuosas con el medio ambiente. Además, esas nuevas instalaciones colaboran de forma activa a reducir en 35% las tareas de las centrales regionales de purificación de aguas residuales, lo que favorece, también, una reducción de su consumo energético y de los elevados costos de mantenimiento de los procesos de limpiado de aguas para su reutilización. De residuos a recursos El consejero delegado y fundador de Applied Cleantech -la empresa que ha desarrollado esta tecnología-, Refael Aharon, explicó que la innovación está en la utilización de los sólidos no como “residuos que deben esconderse, que se consumen por medio de las bacterias o que se entierran, sino como un recurso y base para materias primas que se comercializan de nuevo en la industria». La empresa destacó varios elementos valiosos de esta tecnología. El reciclado de las aguas residuales, además de facilitar materias primas, reduce los gases de efecto invernadero, previniendo problemas medioambientales. La idea -que ya se ha puesto en marcha en algunas ciudades y se encuentra en fase de negociación con inversores y municipios de Estados Unidos y Europa- supondría una solución sostenible y económica para los temas relacionados con la limpieza y el tratamiento de las aguas servidas. Si bien los biosólidos extraídos de las aguas residuales son reciclados de forma instantánea, creando el nuevo producto, empaquetado automáticamente, un beneficio adicional es que otorga créditos de carbón, por la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.